viernes, 23 de febrero de 2007

De carnavales venecianos


La noche anterior a que yo naciera, mi madre paseó por las calles llenas de niños -y no tan niños- disfrazados. Es el Carnaval. Aquellos días del año en que da igual si existes o no, porque eres realmente otra persona; de hecho, dejas de ser persona para convertirte en personaje. No importa la edad, o el sexo, sólo los colores, las telas y el maquillaje. No importa quién te acompaña del brazo por el puente de Los Suspiros. Bailas, dando vueltas, rozas las telas de gasa, los lazos y las cintas caen sobre las espaldas. Y una campanita suena lejos, acercándose muy lentamente, como tímida, entre la gente. Se para a tu lado y tintinea una melodía fantástica, tierna. Una canción de cuna para los niños que se están haciendo mayores. De repente te das cuenta de que no tocas pie. Flotas en el espacio de sonidos y música. Purpurina cae del cielo como si fuera lluvia. Y las luces salen del agua, brillando en los ojos del que te acompaña en esta noche mágica.


Si pudiera pedir un deseo sería estar contigo escuchando el violín en la Plaza de San Marcos, cogidos de la mano. Sólos en el mundo entre las máscaras de porcelana, seríamos dos niños disfrazados por una noche. Sintiendo en la imaginación el haber perdido la inocencia, la estatura idónea para soñar, el timbre que delataba que el mal no nos conocía. Volaríamos lejos, sobre los canales, en una góndola de cristal conducida por un fantasma. Y el día no llegaría nunca. Porque sólo en los sueños es siempre de noche en Venecia.

1 comentario:

dr. jekyll dijo...

Alaa, q guaaay!

El carnaval de Venecia es una de esas cosas que siempre he querido ver, a ver si un año cae...xD

Ah, y me alegra que vayas dejando atrás la etapa Anne Rice!